domingo, 19 de septiembre de 2010

PERDON pero no voy a publicar más por el hecho de que estoy siguiendo la historia pero me gustaria hacerlo libro! igual muchas gracias a mis seguidores y a los q la leian y firmaban!!
Daii♥

sábado, 1 de mayo de 2010

Cap. 3: ¿Un lobo?

Quedé helada por unos segundos, hasta que vi a Tomás. Él no me veía, sino que miraba su alrededor, parecía que buscaba algo. En un momento observé que él se dio cuenta de mi presencia, y se acercó lentamente. Yo no sabía si él se daba cuenta que era yo, pero me quedé mirándolo. Se acercó lo suficiente para percatarse de que me había visto a mí, pareció muy sorprendido y se echó a correr en mi dirección. Cuando estuvo a pocos centímetros de mí me abrazó fuertemente y yo salí de mi hechizo. Estaba tan sorprendida y feliz. Lo estreché con mis brazos, aunque todavía no comprendía que le había pasado esos días que no había venido a verme.
-Estaba muy preocupado por ti.- me dijo, sin soltarme.
-Yo también ¿Por qué no volviste a verme?- le dije
Tomás me alejó de él suavemente y me miró a los ojos.
-¿No sabes qué sucedió en el bosque?- preguntó confundido.
- No ¿Qué pasó?
-El día siguiente a la última vez que nos vimos quise volver a verte, pero me lo prohibieron. Mi familia y muchos vecinos nuestros dijeron que un lobo estuvo rondando por el campo y que se encontraba en este bosque, pues encontraron muchos animales de nuestra granja muertos. Muchos vecinos resultaron heridos al encontrarse con el lobo cuando caminaban cerca de aquí.-dijo mirando hacia atrás.- El miedo me invadió. Quise venir a buscarte pero no me permitieron salir de mi casa. No quería que nada te pasara. Intenté escaparme una noche para poder salvarte y llevarte a mi hogar. Pero me descubrieron. Perdóname, no debí dejarte sola, te pudo haber pasado algo.- me dijo mirando el suelo con tristeza.
-Estoy tan feliz de que hayas vuelto. Hiciste lo que pudiste, y yo ya estoy acostumbrada a los animales salvajes. Estoy contenta de que estés de vuelta conmigo y sé que intentaste venir a buscarme. Yo por un momento creí que… te habías ido por mi forma de vivir y porque no tengo padres. Quise ir a buscarte, pero tenía miedo de que me rechazaras.- Le dije.
-¿De veras creíste eso? Yo jamás te dejaría por eso. Y también quería que tengas un hogar. Si quieres tengo una pequeña casa detrás de la mía, y está deshabitada…
-No te ofendas, es que estoy acostumbrada a vivir en este bosque. Sé que te parece arriesgado pero es mi lugar.- lo interrumpí. No quería que se ofendiera pero no es lo mejor vivir cerca de los mortales, y el campo es muy abierto, y yo no puedo estar bajo el sol.
-No me ofendo… es que tengo miedo de que algo parecido vuelva a ocurrir. Por suerte encontraron al lobo muerto.- dijo, y suspiró.
-No te preocupes por mí. Yo estoy bien aquí. Créeme.- le sonreí para tranquilizarlo.
-Bueno… ya que no quisiste la casa que tengo detrás de la mía, voy a tener que hacer algo que vas a tener que aceptar, pues no voy a permitir un no.- me dijo, y ensanchó una sonrisa pícara.
-¿Qué es lo que quieres?- le pregunté sonriendo.
Quiero que construyamos una casa justo aquí para que por lo menos te resguardes del frío de la noche.
-Está bien… si eso te hace feliz.- dije.
Entonces me pidió que lo esperara y que no me moviera de donde estaba. Lo esperé por unos minutos y lo vi volver sosteniendo una pequeña caja azul. La apoyó en el suelo, justo al lado mío y me dijo:
-A trabajar.- sonrió.
Abrió la pequeña caja y en ella había varias herramientas y tornillos, todos amontonados. Sacó varias de ellas y luego cerró la caja.
-Vamos a necesitar madera. En este bosque no hay suficientes ramas cortadas.-dije
-Lo sé. Voy a tener que ir a buscar a mi campo. Tenemos mucha madera para leña. Creo que va a ser suficiente lo que tengo.- Me dijo emprendiendo marcha a su campo.
-¿Vas a poder traerla toda solo?- le pregunté.
-¿Quieres acompañarme?- me preguntó girando su cabeza para mirarme.
-Sí. Quiero ayudarte.- dije
-Vamos, entonces.
Caminamos juntos, tomados de la mano, hasta el campo de su tío. Nunca me había detenido a mirar lo bello que era el bosque mientras caminaba, pero ahora que estaba relajada pude observarlo con detenimiento. Era tan verde y lleno de vida que no me arrepentí de rechazar la casa que me había ofrecido Tomás aunque quisiera estar lo más cerca posible de él. Cuando llegamos, tomamos varios troncos de madera del jardín de su casa y los llevamos en una carretilla. Sabíamos que luego debíamos volver a buscar más. Pero tuvimos la suerte de que se apareciera el tío de Tomás, Javier, y nos ofreciera su ayuda. Conseguimos transportar todos los troncos y ramas de su casa llevando tres carretillas: Cada uno llevaba una carretilla con varios troncos en ella. Notaba que a Tomás y a su tío les costaba arrastrar una carretilla tan pesada porque para llegar al bosque había que caminar un par de kilómetros. Yo tenía fuerza sobrehumana al ser vampira y no me costaba llevarla, pero de vez en cuando debía fingir que me cansaba. Descansamos dos veces en el viaje al bosque, pero logramos llegar un poco después del mediodía. Le agradecimos a Javier por su ayuda y él se marchó porque debía trabajar en su granja. Con Tomás comenzamos a construir mi pequeña cabaña en la que yo pedí sólo una habitación, con eso me bastaría.
Empezamos con el piso, todo cubierto con madera lisa que había traído Javier en su carretilla. Por suerte Tomás había traído muchos tornillos, porque los íbamos a necesitar. Seguimos con las paredes, que para ello utilizamos troncos. Cubrimos todo el cuadrado de la cabaña, menos la zona donde iba a ir la puerta, pero ya estaba oscureciendo.
-Tomás, deberías irte. Ya es muy tarde, tu familia debe estar esperándote.- le dije, viendo que él ya comenzaba a sentirse cansado.
-No. Quiero que duermas esta noche en tu cabaña. Voy a terminarla para ti.- Me dijo sin dejar de trabajar.
-Te ves demasiado cansado. Quiero que descanses. No me va a hacer daño dormir una noche sin techo si viví parte de mi vida en la intemperie.- lo consolé
-¿Qué pasó con tus padres?- preguntó
-Ellos murieron hace mucho tiempo.
-Pero, ¿No había nadie que te cuidara cuando ellos se fueron?- Preguntó
preocupado.
-No. Me tuve que cuidar sola desde pequeña. Yo también vivía en un campo de mi padre. Pero me trasladé varios años después que ellos se fueron.- le dije.
Dejo de trabajar en la madera y me observó.
-Eres valiente para vivir tantos años sola.- me dijo.
-Eso creo.- respondí.
Siguió con su trabajo sin darle importancia a lo que le había dicho. Continuamos trabajando por un par de horas y lo gramos terminar todas las paredes de troncos.
-Coral, quiero quedarme contigo esta noche y terminar la cabaña. Estaría muy contento de lograrlo.- me dijo en mitad de su trabajo.
-Yo también pero, ¿tu familia no está esperándote?- pregunté
-Les dije que me iba a quedar bastante tiempo contigo y no les aseguré que volvería esta noche.- me dijo despreocupadamente.
Trabajamos mucho en el techo hasta que logramos terminarlo después de unas cuantas horas. Tomás se veía tan contento por el trabajo hecho cuando lo terminamos que se acercó a mí lentamente y me dijo:
-Trabajaste muy bien.
Pero antes de que pudiera responderle, él acercó su rostro al mío y sus labios tocaron los míos. Sus labios eran tan cálidos que me agradó su contacto con los míos. Sentía que era libre y humana otra vez. También sentía que estaba en otra dimensión desconocida en la cual volaba en su compañía. Allí estaba la hermosa luz del Sol, la cual no me quemaba, y eso me fascinaba. Pero no estábamos en dos cuerpos diferentes, sino que éramos una sola persona. Era tan feliz que no quise salir de aquel mundo maravilloso. Siendo vampira se hace muy difícil besar a un humano por el hecho de que la sangre nos atrae y no podemos controlarnos. Esto era muy peligroso, porque podría lastimarlo, entonces me alejé. Cuando nos alejamos uno del otro volví a la realidad. Regresé al oscuro, inmenso pero hermoso bosque. Nos mirábamos fijo a los ojos, y me imaginé que él había sentido lo mismo que yo durante nuestro beso.
Sonreímos, y él me tomó de la mano para conducirme dentro de la cabaña. Mi nuevo hogar se veía excelente. Por fin tenía un refugio, después de tanto tiempo viviendo en la intemperie, bajo los árboles. La lluvia ya no me mojaría y podría estar a salvo de la luz del Sol.
-Es hermosa, ¿No crees?- Me dijo mirando con atención mi preciosa cabaña.
-Lo es. ¿Cómo puedo agradecerte por ayudarme?
-No tienes por qué hacerlo. Un novio le puede hacer un regalo a su novia, así que este es el primer regalo que yo te hago a ti.- Me dijo guiñándome un ojo.
Le sonreí. Ya era definitivo, él era mi novio y estábamos muy enamorados uno del otro. Tomás me prometió que mañana al amanecer me traería la puerta de madera para completar mi nueva casa. Le agradecí por todo y le di un cálido y fuerte abrazo. Él no quiso volver a su hogar esa misma noche y se quedó conmigo. Nos sentamos con la espalda contra una de las paredes de troncos, y yo fingí dormirme con la cabeza apoyada en su hombro. Estaba completamente despierta, no podía dormirme teniéndolo a Tomás tan cerca de mí, tenía que disfrutar cada momento en el que estaba con él.
Estaba completamente segura de dos cosas: a Tomás lo amaba y jamás volvería a irme de aquel bosque, me quedaría allí por siempre, con él a mi lado.





Ya estaba amaneciendo. Al parecer, la luz del sol, que entraba por una pequeña ventana de la cabaña, me despertó. La luz no llegaba a nosotros, sólo iluminaba una angosta línea recta de la habitación.
-Al fin despertaste.- me dijo.
Era cierto. Me había vuelto a dormir. Después de tanto tiempo pude aprender a relajarme. Tomás se puso de pie y comenzó a estirarse. Parecía que la espalda le dolía por los movimientos que realizaba. Durmió en un duro piso de madera, estando acostumbrado a dormir en su cama.
-Lo siento, debí haber insistido en que vuelvas a tu casa a dormir. Estas muy
Dolorido.- le dije
-¿Siempre acostumbras a echarte la culpa por todo?- me preguntó con un tono burlón.- Yo quise quedarme contigo, y no me arrepiento. Además no me duele tanto la espalda como parece.- mintió.
-¿Sabes qué hora es?- pregunté.
-¡Son las diez! Debía estar en el campo trabajando hace dos horas.- dijo muy apresurado.
Se acercó rápidamente y me besó como despedida. Me dijo que volvería pronto, cuando pudiera y terminara su trabajo. Salió de la cabaña y empezó a correr velozmente hacia el campo.
En ese tiempo yo pude salir a cazar porque tenía sed, y podría ser peligroso si volvía Tomás y yo no me había alimentado.
Caminé sola por un tiempo, buscando alimento, pero un sonido extraño me distrajo. Era un sonido muy familiar: algo se acercaba. Pero ese algo no era cualquier cosa, y eso me asustó mucho. No podía creer ni entender lo que escuchaba. Con el paso de los segundos, ese sonido se intensificaba, y en eso me di vuelta…

sábado, 10 de abril de 2010

Cap. 2: El Bosque

Fui a buscar un lugar para quedarme esa noche a esperar que amaneciera. Estaba muy ansiosa por verlo de nuevo. Toda la noche pensando en él, el tiempo se pasó mucho más veloz que otras noches, hasta que amaneció.
Lo esperé toda la tarde, pero no apareció. Esa tarde fue tan oscura, porque pensé que tal vez Tomás se había enojado por mi forma de vivir, “alimentándome” de los animales, pero intenté no pensar en eso. Cacé como casi todas las tardes pero no pude distraerme. Al otro día tampoco apareció, fue interminable aquel día.
En resumen, estuvo ausente tres días, en los que sentía algo muy pesado en mi estómago, algo así como náuseas, aunque nunca desde que soy vampira sentí eso. Las náuseas, frecuentemente, son cosa de humanos.
Parecía que me había abandonado. Espanté a la única persona con la que quería estar.
Me obligué a mí misma olvidarme de él, porque ya no me quería, y sin embargo no pude. Pero también debía entender a Tomás. Para él soy una simple humana sin padres, sin casa y sin alimento, que vive gracias a la caza. Eso es igual a ser pobre. Entiendo que se haya querido alejar de mí. Ese fue mi último pensamiento antes de que amaneciera y empezara un nuevo día. Esa misma tarde no tuve fuerzas para cazar, no tenía el ánimo suficiente.
Fue un día entero en el que no me alimenté y no tenía ánimo alguno. Esperé a que amaneciera con los ojos cerrados, bajo un gran pino del bosque. Comencé a recordar esos días en los cuales temía quedarme sola de noche en un bosque extenso. En esa época también solía cerrar los ojos para no pensar y no tener miedo.
También recordaba a mis padres, pero había pasado tanto tiempo que no recordaba sus rostros con claridad. El día que me desperté después de que me transformaran en vampira tuve que escapar de mi hogar. No por eso dejé de ver a mis padres, sino que fui a verlos sin que ellos supieran sólo para ver si se encontraban bien.
Después de dos días de mi “desaparición” fui a visitarlos, y escuchaba llorar a mi madre, con mi padre al lado, abrazándola para consolarla, pero a mi padre también se le caían las lágrimas. Según escuché, ellos creían que yo pude haber escapado y se preguntaban qué habían hecho mal. También consideraron que yo pude haber sido secuestrada, pero en el lugar donde yo vivía era también un hermoso campo en el cual no vivía mucha gente, sólo unos pocos y buenos campesinos. Me buscaron desesperadamente pero no lograron encontrarme. Tenía también un hermano mayor y una hermana menor, que se los veía muy preocupados por mí. Nunca había visto a mi hermano, Gabriel, tan triste y preocupado por mí, y eso demostraba que me amaba a pesar de nuestras peleas y discusiones. Mi hermanita Lucy también se veía preocupada y la veía derramar lágrimas, pero eso no era raro porque con ella siempre nos llevábamos bien y la cuidaba demostrándole mi amor. Aquellos son los últimos recuerdos de mi familia, y los que mi conciencia guarda, pues fue la última vez que los vi y es difícil recordar después de cien años.
En eso me concentré toda la noche, en mi verdadera familia, aunque los de mi especie suelen decir que pertenezco a la familia de los vampiros.
Amaneció. Era un día muy lindo, con un sol radiante, y eso no era muy bueno para mí. Debía protegerme bajo las sombras de los árboles. Cada vez que pasaba bajo el sol la piel empezaba a arderme, pero sólo moriría si me quedo mucho tiempo bajo la luz del sol.
Tenía sed, pues el día anterior no me había alimentado. Comencé a caminar bajo las sombras de las plantas y los árboles y empecé a percibir un leve aroma que me agradaba. Seguía por instinto ese atractivo aroma que sabía que era sangre de algún animal grande, y hacía mucho que no bebía de un animal de ese tamaño. Este animal se iba alejando y tuve que correr para alcanzar a verlo. Era un lobo demasiado grande, que al parecer, se percató de mi presencia. Por ese motivo decidí escabullirme entre los árboles para que no me viera, y me quedé muy quieta para que no oyera mis ruidos.
Rápidamente me encontré sobre las ramas de un árbol alto, porque desde ahí podía ver al animal, que se encontraba muy quieto y escuchando todos los sonidos.
Cuando supuse que era el momento perfecto salté sobre él y clavé mis colmillos en su cuello, bebiendo su sangre. Después de varios minutos, cuando ya había terminado, me sentía satisfecha. Al mirar el cuerpo inerte del lobo, me pregunté si los vampiros, de alguna forma, somos parte de la cadena alimenticia. Me daba tanta pena consumir sangre de animales. Algo que recuerdo de mi vida humana era que no comíamos mucha carne, no nos gustaba alimentarnos de ellos. Nos alimentábamos de carne una vez por mes, pero ahora no me quedaba otra alternativa.
Regresé caminando, dejando atrás al lobo, y me senté debajo de un árbol. Extrañaba mucho estar en presencia de Tomás, y aunque la otra noche me distraje con los recuerdos de mi familia me era imposible olvidarlo. No pude pensar en otra cosa. Me pregunté si quizás no estuviese intentando evitarme, pero no había muchas alternativas. ¿Y si quizás se mudó? Pero si así fuera podría haberme avisado.
Estuve pensando varias alternativas, pero todas las descarté por diferentes motivos. Mientras pensaba sentía que, poco a poco, perdía la conciencia. ¿Qué ocurría conmigo? ¿Estaría muriendo? Pero no me importó. Dejé que esa sensación fluya por todo mi cuerpo y me relajé. No era tan mala después de todo. Pasaron varios segundos, hasta que perdí la conciencia.


Desperté muy desconcertada. ¿Qué había pasado? Observé detenidamente mi cuerpo. Estaba viva. O lo que puedo llamar “viva”, si es que en verdad esto es una vida. Al mirar la posición del sol me di cuenta que hacía poco había amanecido. ¿Cuánto tiempo habré estado inconciente? La única conclusión que saqué fue la de haberme dormido. ¡Me dormí! No puedo creerlo, tanto tiempo sin dormir y al fin pude conseguirlo. Pensaba que mi especie no dormía, pero creo que me equivoqué. ¿Cómo era posible que pudiera dormir después de cien largos años? ¿Cuál era el secreto? Ojala tuviese la respuesta porque quería volver a vivirlo. Es bueno saber que, después de todo, no hace falta quedarme las veinticuatro horas del día despierta. Y, aunque no pudiera creerlo, sentía una energía sobrenatural. Tenía ganas de correr a toda velocidad y gastar toda esa energía que rebalsaba de mí. Me puse de pie y comencé a correr, esquivando los árboles. Me detuve. Sentí un aroma familiar, pero no recordaba bien de qué era. Ese aroma me desconcertaba y me atraía, aunque estaba segura que no era de sangre y no estaba sufriendo sed. Estaba bajo un hechizo.

martes, 30 de marzo de 2010

Compañía

No me había dado cuenta de lo sola que me sentía, hasta que pasaron cien años desde que me convirtieron en vampira. Toda mi familia había desaparecido porque eran mortales. Odio haberme convertido en esto, y lo peor de todo es que si muero no voy al cielo con mi familia. Siempre mi pregunta fue: ¿voy a tener que vivir sola toda la eternidad? Me estremecía ante esa pregunta. Tengo y tendré para siempre 13 años.
Me debía ocultar de los mortales porque ni siquiera podía vivir en un lugar determinado porque, al ser por siempre menor de edad, no podía tener casa propia. Aprendí a calmar la sed alimentándome de animales, pero varias veces no me pude controlar y maté a varias personas. No me lo pude perdonar aquello, y por eso decidí no relacionarme mucho con los mortales.
Me transformó un vampiro sediento, que, al verme sola en el patio de mi casa no se pudo controlar, y me atacó. Clavó sus colmillos en mi cuello y empezó a succionar la sangre de mis venas. El dolor era intenso e insoportable. Estuvo a punto de matarme, hasta que uno de mis mejores amigos se dio cuenta y saltó para sacarme a esa criatura de encima. Esa imagen de mi amigo contra el vampiro, apenas la recuerdo, porque no veía bien y observaba una nube blanca y abrumadora que pasaba mientras me iba durmiendo, y tenía demasiado dolor para concentrarme en lo que ocurría. Durante la transformación me desmayé, y no sentí más dolor, hasta que me desperté. Me miraba mi amigo, mi salvador, Lucas.
Al ver que mi estómago empezó a rugir, y sentí el dulce aroma de su sangre, me aferré a la cama en la que me encontraba acostada y le grite:
-¡Escapa, por favor! No hay tiempo de explicaciones.-
Él, al oír mi advertencia y al ver cómo se asomaban mis colmillos, salió disparado por la puerta con la confusión escrita en su rostro. Nunca más pude ver a ninguno de mis amigos, ni tampoco agradecerle a Lucas por haberme salvado la vida. Eso había ocurrido hace un siglo.
Ahora me encontraba caminando, muy pensativa, en un bosque en el que acababa de terminar de cazar hacía unos pocos minutos. Levanté la cabeza al escuchar muy claramente el sonido de unos pasos. Alcancé a ver a un joven, parado, y probablemente haciendo lo mismo que yo en ese momento, a más o menos un kilómetro de donde estaba yo. Me quedé helada. Su rostro era tan hermoso y pálido, que lo primero que se me vino a la mente es que era de mi especie.
Comencé a acercarme con pasos más ligeros que antes, y no escuchaba el latido de su corazón. Cuando el me vio dio unos pasos más cerca de mi y me miró con atención. Primero observó mis ojos, de color café, y después mi rostro pálido, que, al ser tan blanco, eran muy notables mis labios rojos. Después se fijó en mi pelo, que era de un color rubio anaranjado brillante, que recorría parte de mi espalda. Al observarlo más de cerca, sus ojos eran de un color turquesa claro. Su pelo también contrastaba con sus ojos, era muy rubio y brillante. Era pálido como lo había visto desde lejos y me miraba, con ansiedad y confusión. Lo observé, le sonreí y dije:
- Hola, ¿Qué estas haciendo acá?
- Caminaba y miraba este hermoso paisaje. Disculpa, ¿nos conocemos?-
- Eso creo. Somos de la misma especie.- Le respondí.
Se echó a reír.
-Sí, pienso que sí.- dijo, todavía sonriendo.
Estaba un poco confundida con su respuesta. Pero seguí:
- ¿Qué era lo que cazabas?
- ¿Cazar? Yo no estaba cazando nada. Este es el campo de mi tío y le ayudo a cuidar a los animales. No me gusta la caza.
Se me abrieron los ojos, formando dos círculos perfectos.
- ¿Cuántos años tenés? – Le pregunté asombrada
- Catorce.
- ¿Hace cuánto tiempo?
- Eh, no sé. ¿será hace catorce años?- Me respondió burlándose de mi.
Me había equivocado, ese chico era humano, era mortal. Pero, ¿Cómo no me había dado cuenta?
-Era… solo una broma- le dije después de pocos segundos, muy nerviosa.- Pero, ¿Por qué tu corazón no late?-
-Bueno, tengo una especie de enfermedad. Mi corazón late lento y casi no se escucha. Mi sangre no coagula correctamente. Los médicos todavía no descifran lo que tengo pero… espera. ¿Cómo sabías que a mi corazón le sucedía eso?-
Me quedé un momento quieta, sin pestañear, pensando en qué le iba a responder.
-Es que, tengo una especie de oído muy agudo, que cuando me acerco a las personas puedo escuchar el latido de su corazón. Pero no lograba escuchar el tuyo.- Al fin le pude responder.
- Sos rara.- dijo, ensanchando una sonrisa.
- Ah, ¿y tú no?- le devolví la sonrisa y reímos juntos.
Cuando acabó de reírse, las dudas quedaron escritas en su cara.
-¿De dónde vienes?- me preguntó.
-De un bosque cercano a este lugar- le respondí señalando detrás de mí.
-Pero nunca te vi por acá. ¿Es la primera vez que vienes?
-Sí, no sabía que existía este campo. Es muy lindo.- dije observando con detalle el campo de mi alrededor.
-Que suerte que te guste. Es donde vivo.- me contó, sonriendo.
-Que extraña enfermedad la tuya. ¿Por eso eres tan… pálido?
-Sí, es por eso.- dijo asintiendo.
-Pero… ¿Es grave?
-Ojala supiera. Tomo medicamentos pero no se si es suficiente. Es malo que los doctores no sepan lo que es.- me comentó
-En serio… nunca había escuchado de esa enfermedad.- le dije seriamente.
-Lo sé. Es rara.- Me dijo frunciendo el ceño.- ¿Qué vienes a buscar a este campo? Nunca antes te había visto… pensé que conocía a toda la gente de este lugar.
-Bueno… vengo a buscar… alimentos.- dije sin especificar el tipo de alimento al que me refería.
Pasaron unos segundos, hasta que él miró el reloj, y puso cara de preocupación.
-Bueno, llegó la hora de irme. Pero podríamos volver a vernos, ¿cierto?
-Es… bueno, no sé si voy a volver.- le respondí, y mi sonrisa desapareció.
-¿Por qué no? Somos parecidos.-dijo observando mi color de piel y sonriendo.- Me gustó hablar con vos. No tengo muchos amigos aquí. Quisiera conocerte más.
Lo miré, y sentí que no podía decirle que no.
-Está bien, intentaré volver.- le respondí, como si las palabras surgieran de mi boca y no las pudiera controlar.
-Perfecto.- me respondió volviendo a ponerme su sonrisa de antes.
Vi cómo se alejaba y me di la vuelta para volver. Esa noche la pasaría sola en ese mismo campo. Yo era vampira y los de nuestra especie no dormían.
Pase toda esa noche pensando en él, pero sabía que lo debía olvidar, porque él era mortal y algún día se iría, y yo me quedaría.
Era la mañana siguiente, y me encontraba acostada en el pasto. Sentía, otra vez, la soledad de antes, y el miedo de no poder ver más al chico del campo. Me levanté y caminé hacia cualquier dirección. No sabía a dónde iba, pero necesitaba distraerme un poco. Caminé por varias horas y logré dejar de pensar en él. Comencé a sentir pasos detrás de mí, que se iban intensificando, pero no quise girar mi cabeza. Hasta que sentí que alguien me tocó el hombro. Me asusté y me di vuelta rápidamente. Para mi tranquilidad, lo vi a él, al chico del día de ayer.
-Hola. Perdón por haberte asustado. Es que no sabía tu nombre.
-Soy Coral. ¿Y tú eres…?- le pregunté señalándolo.
-Tomás. ¿Caminamos?
-Sí, claro.- Le respondí, otra vez sintiendo que no podía rechazar cada propuesta suya. Me di cuenta de que con él me sentía acompañada y sentía que estaba con alguien especial.
Caminamos lento, y mientras lo hacíamos él me tomó de la mano y me dijo:
-Te voy a mostrar algo.
Me llevó derecho hasta un lugar abierto y sin árboles, pero por suerte era un día nublado. No podía ver el sol, eso me heriría la piel y podría morir. Allí empecé a oír varios corazones latiendo y eso me preocupó. No podía soltarme de su mano. No quería separarme de él. Pero cuando me acercó hasta un prado lleno de animales, como ovejas y vacas, empecé a sentir una incontrolable sed que surgía de mi estómago.
-¡No puedo estar acá! Perdón, tengo que irme.- le grité.
Salí corriendo, pero con una velocidad normal, como la de un humano, para que no sospechara nada. Llegué hasta un lugar donde conseguí no oír el latido de los corazones de esos animales, y en ese momento me sentí tan mal por tener que ser esa criatura que tomaba sangre de inocentes.
Volví a quedarme sola y quieta en un lugar, triste de lo que tuve que hacer. Entonces decidí no verlo más para no sufrir. Pero en ese momento me di cuenta de que no podía sentir la sangre de Tomás. No sufría de sed cuando estaba con él. Su problema del corazón había sido el más raro que yo había escuchado. Era el único humano con el que podía estar, y eso me relajaba. Pero él convivía con otros mortales y no debía saber de mi especie. Y, sin pensarlo, empecé a correr rápidamente a lo largo de ese espacio abierto.
Después de correr varios kilómetros, sin parar ni pensar, me di cuenta que la zona de campo se había terminado y entré en un bosque grande con mucha cantidad y variedad de árboles. Me relajé y paré porque ya estaba lo suficientemente lejos de él. Pensaba volver a mi aburrida vida, sola, como siempre.


Era la mañana siguiente, y ya comenzaba a tener sed. Solía beber una vez al día o día por medio pero ya hacía dos días que no me alimentaba. Empecé a buscar por el bosque, y pude cazar un puma de tamaño pequeño y un alce. Eso era suficiente por hoy.
Pasó una semana desde la última vez que estuve en el campo, y ya estaba amaneciendo. Esa semana fue de lo más rutinaria y aburrida, pero eso significaba mi vida. Me tiré con fuerza en el pasto y quedé de costado mirando sólo una parte del gran bosque verde. Estaba muy deprimida esta vez. No podía concentrarme en lo que hacía, como cazar, por ejemplo. Entonces, sentí fuertes pasos, seguro de un animal, pero ese día ya me había alimentado y no tenía sed. Todavía acostada en el suave pasto, sentí que el animal se acercaba y me rendí, dándome la vuelta para beber su sangre. Me llevé una gran sorpresa cuando, al darme vuelta, estaba allí, detrás de mí, Tomás. Ahora todo era más claro, era imposible que un animal se acercara a mí porque me tenían miedo, sabían la clase de criatura que era.
Pero, ¿Cómo es que siempre me encuentra? Sonreí instintivamente al verlo.

-Hola… te estuve buscando por todos lados. ¿Dónde estabas?
-Eh… bueno… estuve siempre por acá.- respondí con sinceridad
- ¿Por qué te fuiste corriendo la semana pasada?
Me detuve. No sabía qué responderle. Él no podía saber lo que soy, se alejaría de mí, y se lo contaría a otras personas. Debía mentirle.
-Perdón por no explicártelo, es que me dan alergia los animales- mentí.
-Me lo hubieses dicho que lo entendía.
-Sí, ya sé. Es que ya empezaba a sentirme mal y no me hace bien.
-Ah, perdón por haberte llevado.- dijo mirando el suelo con culpa.
-No te preocupes, no lo sabías. Y no es una alergia muy común.- Lo consolé.
Estaba tan contenta de volver a verlo, que sonreí al pensar que yo a él le importaba. Nos quedamos por un breve instante mirándonos el uno al otro, sin poder hablar. Me concentré en sus grandes ojos claros, que mostraban cariño. Él hizo lo mismo. En ese momento me di cuenta que mi depresión era por no tenerlo a él cerca. ¿Cómo podía ser que me gustara alguien que conocía hace poco? Era como si lo conociera de hace años y sentía que lo necesitaba cerca.
-Quería verte… porque, quería preguntarte, ¿Qué tal si salimos? Quiero decir… juntarnos los días que podamos para vernos más seguido o algo así. – me preguntó nervioso, sin encontrar las palabras adecuadas.
Me quedé paralizada y abrí mucho los ojos, de un tamaño que él pudo notar. Era obvio que quería, pero alguien como yo no podía relacionarse con humanos. Pero, entonces, me di cuenta que no podía estar sin él.
-¿Es muy adelantado? Sí… perdón por…- me dijo sin ganas, antes que yo pudiera responderle.
-No - lo detuve- creo que es una buena idea. Intentemos eh… estar… juntos.- Respondí sin poder creer lo que había hecho.
-Sí.- asintió sonriendo.
Nos tomamos de la mano y comenzamos a caminar sin pensarlo. Estaba tan feliz después de tanto tiempo, que no podía pensar en las desventajas que esto me traía.
-Estás fría- me dijo al sentir mi mano entrelazada en la suya.
-Si, estoy acostumbrada a estarlo. Por estar mucho en el bosque y en el pasto frío.
Me miró de costado, con una mirada que significaba: me estas ocultando algo. Yo reí en voz baja.
Caminamos y hablamos toda la tarde sobre su vida, contándome su rutina en el campo de su tío. No nos soltamos de la mano y recorrimos todo el bosque sin darnos cuenta.
-Ya hablamos mucho de mí. ¿Dónde vives?- me preguntó con curiosidad.
-En realidad, soy huérfana, no tengo padres. Vivo… sola… por acá.
Quedó muy sorprendido con mi respuesta.
-¿Cómo te alimentas estando sola?- cuestionó él con preocupación.- Cazas.- dijo respondiendo a su propia pregunta.
Suspiré.
-Sí.- respondí mirando el suelo.
-Por eso la primera vez que nos vimos me preguntaste qué cazaba ¿cierto?
-Sí.- repetí.
- ¿Pero no le tenías alergia a los animales?- dijo dudoso.
Tuve que volver a mentirle, aunque no me gustara. Se acordó de la vez en la que salí corriendo al ver a sus animales.
-Sí, pero no de todos los animales. Solo los que me empiezo a sentir mal cuando estoy cerca de ellos y empiezo a brotarme, como las vacas y las ovejas.- dije inventando.- Sé que te gustan los animales, pero no cazo a los de tu campo, solo a los de este bosque. No me queda otra porque…
-Sí, no tenés por qué explicarlo. Te entiendo y me pongo en tu lugar.- Me dijo antes de que terminara la frase para que no me preocupara.
Volví a subir la cabeza para observarlo.
-Gracias.- le dije, haciendo el esfuerzo de sonreír y no sentirme mal.
Me devolvió la sonrisa.

Caminamos en silencio, hasta que empezó a oscurecer. No quería que el momento se terminara, pero él era humano y debía descansar e irse a su hogar. Me sentía tan libre y feliz, que no pensaba en nada más.
-En mi casa me deben estar esperando, y es muy tarde. Tengo que volver antes de que se preocupen.- Dijo al repetir la escena de mirar el reloj.
-Sí, va a ser lo mejor. Vuelve con tu familia. Nos vemos pronto.
-Por supuesto, pero la próxima vez no te vayas muy lejos.- rió y yo lo imité.- Descansa.- Me dijo con voz suave.
-Gracias, igualmente.
Nos soltamos la mano, y antes de alejarse me mostró otra de sus sonrisas.